"Al través de las paredes de una caja firmemente cerrada, un hombre pasa despacio un brazo, y, luego otro, y jamás los dos al mismo tiempo. Después, la caja resbala sobre uno de sus lados, el brazo desaparece y ¿dónde está el hombre? Dónde está el hombre preguntan los grandes pañuelos de seda de los arroyos; dónde está el hombre repiten los borceguíes del atardecer. Y la caja choca sucesivamente con los árboles que le dan un sol azul durante algunas horas, cuando un toro más bravo que los demás, o una roca, no intentan reventarla. He aquí una curiosa observación: sobre las paredes de la caja no hay Alto y Bajo, y me han asegurado que un pastor, de quien no cabe esperar sepa leer “Frágil”, ha leído “Pablo y Virginia”. Sí, Pablo y virginia, punto y coma. Al principio, me resistía a creer a mis propios oídos, como una bella oruga que atraviesa la carretera mirando a derecha e izquierda. En el primer piso de un miserable hotel hallé la caja en cuya persecución partí un día, sin tener otro guía que los inimitables signos impresos por la audacia sobre los acontecimientos en los que lo maravilloso participa.
La caja estaba en pie sobre su base, en un rincón del descansillo, entre aros de hierro y cabezas de arenque. La caja parecía haber sufrido algunos desperfectos, lo cual es muy natural, pero no los suficientes para que yo no tuviera el deseo de ponerla de nuevo a la luz. Debido a que era fosforescente, no podía yo pretender embarcarla, ya que los otros bultos hubieran llamado en su ayuda a musgos y grumetes, y quizá incluso a esos saltamontes de mar cuya trayectoria bajo el agua es exactamente igual a la trayectoria en el aire, y cuyas alas rebrillan cuando se les toma entre las manos. Me he cargado a Pablo y virginia sobre las espaldas. E inmediatamente se desencadenó una terrible tormenta. El interior de los carteles sólo se podía ver en las casas: en algunos había muchachas muertas, en otros una forma blanca se enroscaba sobre sí misma, una forma blanca parecida a un saco dos veces demasiado alto; en otros brillaba una lámpara de carne, pero de carne de veras. Lejos de protegerme los ojos con el antebrazo, estaba ocupado en formar con mis labios un ramo de juramentos que, dos días después, quería traicionar.
La caja únicamente contenía almidón. Pablo y Virginia eran dos formas cristalizadas de esa sustancia, a las que yo jamás volvería a ver, por cuanto en aquel entonces el amor volvió a hacer presa en mí y me condujo a otros extravíos que les contaré con sumo gusto."


Pez Soluble (1924) André Bretón


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Esa escultura,la del negro albino es hermosa,superior.Algun dia si ves alguna obra mia,la que sea,cualquier tamaño, que te interese intercambiar por ese negro blanco avisame .Si no tal vez algun dia me la compre,pero falta para eso.
saludos
cuevas

Lucas Rebollo dijo...

hermosas palabras Cuevas.. sería un honor que esa obra.. algun dia la tenga usted..nos hablamos

Cristina Fazzito Gandaia dijo...

lucas!
me gusta la definición del NEGRO ALBINO... interesante

da señales de vida

saludos

tu colega

(venite un martes o jueves, entrada sólo con papel y algo para dibujar)